Museo del
Hombre del Puerto “Cleto Ciocchini”
La idea de crear un museo del hombre que dedica
sus esfuerzos a la vida del mar en el Puerto de Mar del Plata, fue
concebida por los integrantes de la Asociación de Fomento del Puerto,
siendo los principales impulsores don Aldo Marcone Benvenuto, Ángel
Dell'Arciprete, Xavier Marcone, Héctor Becerini, Rafael Vitiello.
Con este objetivo se convocaron viejas familia del
barrio, las cuales empezaron a aportar material fotográfico y piezas
antiguas que hacían a la historia primigenia del lugar.
La inauguración del museo se concretó el 22 de
noviembre de 1990 en el edificio de la calle Padre Dutto 383.
El museo toma el nombre de Cleto Ciocchini, en
honor del eximio pintor establecido en el Puerto por más de cuarenta
años, fallecido en 1974. Fue quien plasmó en su telas paisajes,
actividades y pescadores con fuerza e intensos colores.
En el 2001 el museo fue trasladado, con los
auspicios de los concesionarios, al Centro Comercial del Puerto, visita
obligada de todos de los turistas que llegan a Mar del Plata, para
saborear las delicias del mar, y teniendo la ocasión de visitarlo.
Historia del Puerto de Mar del
Plata y de sus
hombres.
Uno de los
objetivos del Museo del Hombre del Puerto 'Cleto Ciocchini' es el
de investigar, recopilar y difundir las actividades de los pobladores del
barrio del puerto, antes llamado por muchos años “Pueblo de Pescadores”,
desde lo humanístico, lo histórico, lo etnológico, lo sociológico, lo
económico y lo religioso. Para ello, desde su creación en 1990, viene
recopilando datos dispersos en diferentes publicaciones. En lo bibliográfico
no existen libros que traten exclusivamente de este heterogéneo grupo
poblacional, establecido en ese ámbito geográfico desde los comienzos de las
obras del puerto de mar en 1911. Por lo tanto se ha abocado a investigar los
hechos en diferentes áreas para obtener una historia lo más amplia y
fidedigna posible. El presente trabajo, fruto de esos estudios, solo
pretende ser un brevísimo resumen de los datos, hasta hoy dispersos, y
ordenarlos como punto de partida para una futura obra que pueda ilustrar más
acabadamente sobre el tema.
En este primer trabajo se han tomado un
lapso que abarca medio siglo (1899 – 1949) desde la llegada de los
inmigrantes a Mar del Plata, hasta la consolidación del barrio y la
industria pesquera.-
Con respecto a la terminología
empleada, en los casos de decodificaciones de cintas grabadas por los
antiguos pobladores, se ha conservado su redacción original por parecernos
que ayuda a comprender mejor su ubicación en el plano social y su dificultad
de inserción al nuevo medio en que debieron desarrollar su vida.
Cuando se menciona “La Empresa” o la
“La Compañía”, se refieren a la sociedad que primero fue “Allard, Dolfus,
Silard & Wirot” (nombre de sus ingenieros jefes, franceses) que a partir de 1914 cambió
su razón social por “Société de Travaux Publics de Paris”. Igualmente,
cuando se menciona la “Casa de la Empresa o de la Compañía”, se refieren al
edificio, aún existente, en la esquina de 12 de Octubre y Martínez de Hoz
que fue la sede la empresa y la vivienda de sus jefes desde su construcción
en 1911 hasta el cese de actividades en 1943.
Los términos que se refieren a los
diferentes avíos de pesca, embarcaciones o modelos de redes, se aclaran en
el mismo texto.
Museo del Hombre
del Puerto
Se ha dividido el tema en tres partes
que definen a su vez tres etapas en el desarrollo del lugar:
Primera parte: “Hontanares”
(1899-1913), desde la posesión de esta zona por Peralta Ramos, hasta la
colocación de la piedra fundamental de las obras del puerto, el 24 de
febrero de 1913.
Segunda parte: “Los primeros
asentamientos en el puerto”(1913-1927), desde la llegada de los trabajadores
en las obras del puerto, los pescadores a partir de inaugurarse la banquina
en l917, y las primeras tentativas de constituir un núcleo urbano.
Tercera parte: “El desarrollo de los
pescadores”, (1928-1949) desde que se comienzan a ordenar, con ayuda de
varias entidades, los pobladores del puerto y se consolidan las
instituciones y la industria pesquera.
Pueblo Pescadores (1900 – 1950)
En la intersección de la Avenida
Cincuentenario, hoy Juan B. Justo, y la actual Avenida Edison, que desciende
hacia el puerto, había hasta no hace muchos años un cartel indicador “Pueblo
de Pescadores”, en realidad ese nombre nunca fue una denominación oficial,
ni siquiera vecinal, ya que el pueblo era Peralta Ramos, hasta su unión con
Mar del Plata en 1949, y la Asociación de Fomento que funcionó a partir de
1937 se denominó “del Puerto”. Pero el lugar era conocido, tanto por
marplatenses como por turistas con esa denominación, por haberse radicado
allí la numerosas colonia de trabajadores de la pesca, que motiva nuestro
trabajo (*)
(*)En una carta escrita por Jorge Di Iorio,
autor del libro “Desde la barca mía”, con fecha 1º de agosto de 1944, que se
conserva en los archivos del Museo del Hombre del Puerto, dirigida al pintor
Cleto Coicchini, leemos: “Aquí en el Puerto, que desde hace unos días se llama
Barrio Belgrano”. En efecto, tras la colocación del busto del prócer en la
intersección de Av. Edison y 12 de Octubre, se resolvió denominar así al Pueblo
de Pescadores. Pero ese nombre no cuajó y poco después, se retiró el busto y el
nombre quedó en el olvido.-
Primera
Parte: “Hontanares” (1899 – 1913)
Un Nuevo Pueblo
En 1891, Jacinto Peralta Ramos decide
formar otro pueblo como ensanche de Mar del Plata, en tierras de su propiedad.
Lo llamó “Cabo Corrientes” y luego “Pueblo Peralta Ramos”
Dicho pueblo abarcaba desde la Av. Juan B.
Justo, treinta cuadras hacia el Sud y desde el mar hasta cerca de la actual Ruta
88.
En un folleto de la época, se podía leer
“se ofrecen magníficos terrenos cuya fertilidad es incomparable y se encuentran
situados en la parte más al Sud de Mar del Plata, sobre el Océano Atlántico, con
sus extendidas playas de baño, donde pronto se dará principio a las obras del
Gran Puerto de Aguas Hondas”.
Allí se muestra un puerto que no era el que
finalmente se construyó, si bien estaba casi en el mismo lugar, con dos
escolleras simétricas a ambos lados del Arroyo del Barco.
En ese lugar, cuyo acceso era entonces
bastante precario, se construyó también el Faro Punta Mogotes, realizado por
una empresa francesa e inaugurado el 5 de agosto de 1891. El trayecto al
mismo, se cubría por una ruta de tierra y en él solo existía un despacho de
bebidas donde paraba la gente que iba al faro. En una guía de turismo de 1897, se
proponen excursiones al faro en coche, el pasaje costaba $ 10 de entonces.
Algunos de los terrenos de Peralta Ramos
fueron vendidos y sus nuevos propietarios se dedicaron a la explotación agraria,
pero no se hicieron sino algunas construcciones poco importantes.
Recién en el año 1909, merced a la gestión
del diputado Nacional Pedro Olegario Luro, se dispuso la construcción del puerto
actual, por ley Nacional 6499, fechada el 11 de octubre de ese año.
La obra fue adjudicada a la
'Société
Nationale de Travaux Publics de Paris', que había dado término a los trabajos de
construcción del puerto de Montevideo y así la misma trasladó sus instalaciones
a Mar del Plata con las cuales llegaron también gran número de operarios de
diversas nacionalidades. Los ingenieros eran franceses, y entre los trabajadores
se encontraban numerosos uruguayos, italianos del Norte (mayormente carpinteros
y obreros especializados), españoles, y árabes. Estos últimos, se habían unido a
la empresa cuando ésta, antes del puerto de Montevideo, había construido el de
Argel y el de Túnez. Al respecto es interesante el dato que se puede extraer de
la comparación de los habitantes extranjeros en General Pueyrredón, que aumentan
en gran proporción en el año 1914, en parte producto de las obras del puerto.
Datos según censo 1895 |
Datos según censo 1914/15 |
|
Orígenes |
Varones |
Mujeres |
Varones |
Mujeres |
Argentinos |
2.571 |
2.384 |
8.632 |
8.813 |
Uruguayos |
44 |
14 |
168 |
129 |
Españoles |
741 |
470 |
4890 |
2.764 |
Franceses |
239 |
168 |
331 |
235 |
Italianos |
883 |
405 |
3.904 |
2.025 |
En los datos del censo se evidencia un
aumento de los inmigrantes uruguayos, se trataba de empleados y obreros de la
empresa que luego se afincaron en Mar del Plata. Al respecto son interesantes
los testimonios de los descendientes de las familias Bustabad y Cerri. Marta
Bustabad nos dice: “ Mi mamá (Josefa) vino con mi papá (Tomás) en el año 1912,
pero fueron a Montevideo con la Compañía Francesa. Estuvieron un año porque mi
hermano el uruguayo (Manuel) nació en 1913 y después vinieron para acá (Mar del
Plata).... También vinieron los Cerri, él era enfermero y trabajaba de apuntador
y tenían dos hijas, Eda y María Rosa y el varón Tito, no sé si las chicas eran
uruguayas o no.”
Por su parte, Eda Cerri recuerda que: “Una
vez que terminaron el puerto de Montevideo, vinieron los franceses en 1912 y mi
padre en 1913, primero vino solo a los 23 años –era empleado desde los 16 en la
Empresa- la madre estaba estudiando farmacia”. También cita en su entrevista a:
“Juan Mondotey era el que cuidaba a los caballos y los coches de la empresa, le
decían Don Juan el caballerizo, había venido con la empresa pero con el segundo
grupo que vino, no en 1911.”
El asentamiento de todos ellos y de los
nuevos trabajadores que se les unieron en la Argentina, constituyó el primer
núcleo de pobladores en esa zona de Mar del Plata que se aglutinaría en las
cercanías de la casa Matriz, ésta se ubicó en la actual esquina de 12 de Octubre
y Martínez de Hoz, por ser un punto que coincidía con la delimitación oficial de
una de las chacras en que se había dividido el nuevo pueblo de Peralta Ramos. A
partir de ese sitio, comenzaría a extenderse la calle principal y las laterales,
quedando el lugar dividido por el Arroyo del Barco que se cruzaba por un pequeño
puente.
La empresa tendió vías férreas, construyó
casillas y galpones y también viviendas y barracas para albergar al personal.
Todo esto estaba ya en marcha cuando se produjo la inauguración oficial de las
obras, con la colocación de una piedra fundamental, el 24 de febrero de 1913. Un
mes más tarde, el 29 de marzo de 1913, los empleados se reunirían para fundar el
Club Aldosivi, sigla de los ingenieros franceses, Allard, Dolfus Silars y Wirot,
que daban su nombre a la empresa y que más tarde iría creciendo, incorporando a
muchos pobladores de la zona.
La llegada de los
pescadores
La afluencia de inmigrantes que se produjo
entre los años 1880 y 1930, trajo al país a más de seis millones de personas, la
mayoría de ellos desde España e Italia. Entre estos últimos, hubo quienes se
dedicaron a tareas rurales, algunos en el interior de la provincia de Buenos
Aires o en otros puntos del país, pero la mayoría se asentó en la capital, entre
ellos, los que provenían de las costas de Italia (especialmente genoveses) se
radicaron en el barrio de la Boca, donde se hicieron tripulantes de los barcos y
barcazas que transportaban frutas y otras mercaderías desde el Norte por los
ríos Paraná y Uruguay y también de los que iban a Montevideo, o al sur, hasta
Mar del Plata o más allá.
Más tarde llegaron también italianos del
Sur. Estos eran marineros y algunos pescadores en sus pueblos natales, así que
también, partiendo desde el Riachuelo, se dedicaron a la pesca en el río.
Hacia 1890, ya se empezaba a hablar de Mar
del Plata como naciente lugar de veraneo de las familias más encumbradas de
Buenos Aires. Los pailebotes de Luro traían noticias del floreciente balneario
sobre las costas del Atlántico y precisamente Luro contrató a Francisco Pelusso
para trabajar en su barraca. La barraca era un conjunto de dos grandes galpones
de ladrillo con entrepiso de madera que ocupaba toda la manzana rodeada hoy por
las calles Luro, Alberdi, Corrientes y Entre Ríos, hasta ella llegaba el muelle
de Luro por el que las zorras, tiradas por caballos, transportaban las
mercaderías hasta y desde los lanchones amarrados a su vera.
Pero Pelusso también era pescador en su
aldea natal y pronto intentó reeditar su oficio en la nueva ciudad. Mandó venir
a un paisano y pariente suyo, José Narduzzi y ambos comenzaron a dedicarse a la
pesca que, durante el verano vendían a los veraneantes y hoteleros de la zona.
En enero de 1888 se inaugura el Bristol
Hotel y aumenta el consumo de pescado, pronto serían varios los pescadores,
entre ellos se recuerdan los nombres de José, Francisco y Domingo Sinagra, Juan
La Cava, Sebastián Caporaletti, Juan Bronzini, Nicolás Nino, Juan Polverino,
Antonio Tesorieri, Juan Palissi con la barca “Rosita”, César Mancini, Juan
Giacaglia, Genaro Ventura, José Valente, Pantaleón Piazzola, abuelo del famoso
músico argentino, que había llegado navegando a Mar del Plata en una barca a
vela en 1887, en compañía de Nicola Giagualano, para incorporarse a la pesca y
algún tiempo después trajeron a sus esposas Luisa Oliveri y Rosa Antoforesti
respectivamente. Genaro Tito, Nicolás Di Lernia, Pascual Cavallieri, Spiro
Monterisi, Enrique Di Palma, Pedro Pierini y otros.
Con respecto a los medios que utilizaban
para su trabajo, había varios sistemas. Pelusso lo hacía desde la Bristol,
entrando al mar con una red que era arrastrada por caballos; otros lo hacían con
botes de remos y Narduzzi tenía una pequeña barca pintada de verde a la que
había denominado “Lúcaro”, esta embarcación le había sido entregada por José
Luro para que la explotara, junto con La Cava, para que trajeran pescado fresco
para el Hotel Bristol. Por supuesto, todas las embarcaciones eran de remo o
aparejaban velas latinas. Una de las más grandes, de 27 pies de eslora, la
“Segunda Sirena”, era la primera construida en Mar del Plata, en las
inmediaciones del aserradero de Sesia al lado de la barraca Luro, por dos
carpinteros de ribera cuando Juan Polverino se instaló cerca del dique .
Por la noche debían ser sacadas a tierra y
lo hacían en dos lugares: los “barraqueros” que guardaban sus barcas en la
barraca, subían sus barcos mediante un guinche, el pescante del muelle Luro de
los que había dos, el de tierra y el de afuera. La operación se hacía en etapas,
ya que había que subir primero las velas, las redes y la carga y luego la barca.
El otro grupo era el de los “palanqueros” que sacaban a tierra sus barcas en la
playa cercana al Torreón, mediante unas guías de madera ayudándose con caballos
de tiro y palancas, de allí su apodo.
Unos y otros vivían sobre la misma playa
–zona actual de “Las Toscas”- en simples casillas de madera en las que también
guardaban sus elementos de pesca y cocinaban el pescado para ellos y para todo
el que quisiera probarlo. Del segundo censo nacional de 1895, se pueden extraer
algunos datos, aun cuando muchos pescadores no declararon su actividad u
omitieron otras referencias. La edad promedio aproximada era de 35 años, siendo
el porcentaje similar entre casados (57,38%) y solteros (40,98%). Un reducido
número (27,87%) poseía propiedad inmueble, el resto habitaba un tipo de vivienda
precaria y continuamente mudaban de lugar, para no importunar al veraneante.
En un principio, los turistas encontraban
pintoresco el asentamiento de los pescadores sobre la playa, pero con el
aumento, tanto del turismo como de los pescadores, llegó el conflicto.
La Municipalidad tomó cartas en el asunto.
Alegando que las precarias viviendas de los pescadores, cercanas a la playa,
sobre lo que habían sido las instalaciones de la Barraca Luro y las márgenes de
la desembocadura del arroyo Las Chacras, producían olores y daban un mal aspecto
a esa zona, tan próxima a los asentamientos turísticos, decidió erradicar de
allí a los pescadores que se reagruparon en la zona Sur de la Bristol, hacia el
Torreón. Pero como allí también, además de guardar sus enseres, cocinaban el
pescado y algunos hacían sus viviendas precarias en casillas, volvieron las
autoridades a tratar de erradicarlos, prohibiendo que las lanchas quedaran en
tierra, más allá de línea de mareas máximas.
Por supuesto, los pescadores alegaron que
si no las subían, las mareas podrían arrastrarlas al mar, especialmente durante
los temporales, esto produjo un juicio que se prolongó por algún tiempo. El Dr.
Moutier, que representaba a la Municipalidad decía en su alegato: “No es
entonces de indignar, pues es lógico que suceda, que la salud que el cuerpo y el
espíritu buscan, exijan el distanciamiento de industrias que infectan la playa
con sus desperdicios y que la distinción y cultura de la sociedad que allí se da
cita, se encuentren molestadas por la proximidad de gente sucia, de lenguaje
soez y que exhibe repugnante desnudez.”
En realidad nunca hubo una denuncia formal
por parte de los turistas, pero los epítetos del Dr. Moutier hirieron
profundamente a los pescadores que desde entonces se sintieron discriminados.
La Municipalidad pretextó que las lanchas
en tierra eran vehículos y por lo tanto no podían estacionarse sobre la playa.
Finalmente emitió un decreto en 1901, eufemísticamente llamado ”conciliatorio”
por el cual ofrecía a los pescadores terrenos que podrían comprar para edificar
sus viviendas a precio de costo. Los terrenos en cuestión, estaban ubicados en
la zona próxima a la actual estación terminal de ómnibus, esas tierras habían
sido adquiridas por la comuna a muy bajo precio, ya que entonces (y aun hoy en
día) eran tierras muy bajas y se inundaban frecuentemente con las lluvias.
Muchos pescadores se trasladaron allí y tardíamente descubrieron el problema,
cuando ya habían instalado sus casillas. Sobre el tema, existe una interesante
publicación del Dr. Fernando Lahille defensor de los pescadores, en la cual se
comenta que: ”...ha sido una relegación de los pescadores en un terreno de los
más bajos que de otra manera no se habría vendido quizás sino dentro de muchos
años. Lejos de ser un favor de la municipalidad para con los pescadores; la
venta de la tierra que se les ofreció ha sido una celada para alejarlos de la
playa, realizando al mismo tiempo una valorización de las tierras inmediatas a
la manzana vendida a buen precio.”
Dado este problema, algunos pescadores
fueron desplazando sus viviendas hacia la loma por las calles Olavarría y hasta
Alvarado donde hasta hace algún tiempo aun quedaban algunas de sus precarias
construcciones. Otros decidieron cambiar de oficio, varios se convirtieron en
bañeros como Fernando Catuogno (el Negro Pescador), César, Duilio, Luis,
Enrique, Vicente y Aquiles Giaccaglia, Spiro Monterisi, Fernando Capella, Nicolás
Botta, Piero Pierini, Capurro y varios más. Algunos cambiaron sus actividades
por otras menos duras, Savino Di Lernia se dedicó al arreglo de carruajes, los
descendientes de La Cava se iniciaron en la construcción y otros se integrarían
a la hotelería y al comercio.
Así llegamos al año 1913, con los pescadores
viviendo en la ladera Norte de la loma (entonces denominada loma Sud y luego
Stella Maris) que por estar tan alejada de su trabajo ellos habían denominado
“Tierra del Fuego” y siempre partiendo de la Bristol y vendiendo a los hoteles o
en la playa el producto de su pesca, o bien en forma ambulante por las calles de
la ciudad. También se hicieron intentos de mandar el pescado a Buenos Aires,
especialmente fuera de temporada, aprovechando el ferrocarril que desde 1886
llegaba a la ciudad, para ello se cargaba en unos vagones especiales que el
tranvía a caballo llevaba por Luro hasta la estación del tren, pero los envíos
no tuvieron mucho éxito, ya que al no existir aun vagones frigoríficos, el
pescado era conservado con hielo y no siempre llegaba en buenas condiciones.
Cleto Ciochini - Banquina
de Pescadores Óleo 40 x 50 1962
Segunda
parte
Los primeros asentamientos en el puerto (1913-1927)
El 24 de febrero de 1913, con asistencia
del Ministro de Obras Públicas de la Nación, Ezequiel Ramos Mejía, el Dr. Pedro
Olegario Luro, Diputado de la Nación y principal propulsor de las obras, el Dr.
J. M. Ahumada y un numeroso grupo de representantes de diferentes entidades,
militares y clero, se colocó la piedra fundamental de las obras del puerto, que
aun se puede ver en el arranque de la escollera Sur.
Para tener una idea de la magnitud de la
obra emprendida, hay que tener en cuenta que en ese lugar, en las inmediaciones
de la desembocadura del Arroyo del Barco, no existía absolutamente nada. La
empresa tuvo que construir varios edificios para la dirección y servicios
técnicos y administrativos, enfermería, proveeduría y también viviendas para
parte del personal. Algunos de estos edificios han perdurado hasta hoy, como la
casa que se levanta en 12 de Octubre y Martínez de Hoz y el galpón que ocupa
actualmente el depósito de la Delegación Municipal en el Puerto, en el que puede
verse todavía, sujeto a las sólidas cabriadas del techo, un puente grúa capaz de
levantar 10 toneladas. También sobre la calle Figueroa Alcorta y sobre 12 de
Octubre quedan en pie varias construcciones, aunque algunas bastante
modificadas.
En su avance, las obras llegaron a ocupar a
más 1200 operarios, muchos de los cuales se radicaron en las inmediaciones. Los
trabajos progresaron rápidamente y para 1917 pudo completarse gran parte de
escollera Sud y habilitarse la banquina de pescadores, Esto hizo que poco a
poco, algunos fueran trasladando sus embarcaciones, ya habían algunas a motor
aunque la mayoría aun utilizaba las velas y algunas a remo.
Uno de los que entonces se dedicaba a la
pesca, era José Moscuzza, nacido en Siracusa (Sicilia) en 1897 y llegado a Mar
del Plata en 1920. El relató que desde su casa, ubicada en la Av. Independencia,
debía tomar el tranvía a caballos, que lo llevaba hasta el cementerio y desde
allí atravesar el campo de golf y llegar a pie hasta la banquina donde tenía su
lancha. Esta incomodidad hacía que muchos prefirieran seguir teniendo sus
lanchas en la Bristol.
Precisamente, el año de la llegada de José
Moscuzza se produjo un gran temporal, fue el 12 de Julio de 1920. Desde la
mañana comenzó una intensa lluvia que duró 18 horas. A mediodía comenzó a soplar
un fuerte viento del Sudeste que siguió hasta la tarde. La Nación de el día
siguiente agregaba que “las noticias que nos transmite nuestro corresponsal en
Mar del Plata traen la triste y desesperante impresión de las consecuencias
funestas que ha tenido para los pescadores de aquella zona el temporal
desencadenado desde anteayer sobre el país y que en aquel balneario adquirió
magnitudes de tragedia”.
En la zona del faro había aparecido la tapa
de un cajón y maderas sueltas que fueron atribuidas a una embarcación de José
Robillard.
Seguimos citando a La nación del 13 de
julio: “Los tripulantes de una de las lanchas que se hicieron a la mar en horas
de la mañana de ayer y debido a la inclemencia del tiempo se vieron obligados a
regresar poco después del mediodía, manifiestan que vieron a la distancia el
naufragio de la “Jorge Newbery”, tripulada por cuatro japoneses.” Aquel temporal
costó el naufragio de tres embarcaciones y la pérdida de catorce vidas.
Formación del primer núcleo urbano
Hasta los años veinte, el desarrollo del
pueblo fue muy lento. A partir de la casa matriz de la empresa, a lo largo de 12
de octubre y en los terrenos linderos, se fueron asentando lentamente las
primitivas casillas de los pescadores. La zona, atravesada por el arroyo del
barco, con lomas y callejuelas de barro, carente de infraestructura, fue
creciendo desordenadamente. El temporal del 20 había hecho desistir a algunos de
seguir con sus lanchas en muelle de Luro y en las Toscas. Con respecto a los
pobladores, se fue conformando una red social en la que predominaban los
italianos del sur, dedicados a la pesca, con los picapedreros de la cantera,
operarios de la empresa constructora del puerto y algunos comerciantes que
abastecían las necesidades mínimas de los primeros pobladores. En torno a la
casa de la empresa, se aglutinaron los más destacados, los ingenieros franceses
y los altos empleados, el personal del Ministerio de Obras Públicas que se
emplazó sobre 12 de Octubre, muy cerca de la casa matriz en un curioso edificio
de madera de dos plantas probablemente prefabricado y que recordaba las
construcciones del “Far West” y algunos primitivos comercios. Con respecto a la
división social es muy ilustrativo el relato de de las hermanas Cerri: “Cuando
la empresa llegó, el mar llegaba hasta 12 de Octubre y Martínez de Hoz, para ir
hasta la escollera Norte era todo arena, no había calles. Donde terminaba la
plaza había un portón y enfrente estaba la confitería. Eran casas traídas en los
barcos, prefabricadas como la de Victoria Ocampo, las trajo la empresa para
armar. María Rosa y Eda (Cerri) fueron criadas al estilo europeo. Había un
portón y un guarda donde estaban todas las casitas, ellas vivían frente a la
plaza. Los de la empresa estaban separados de los obreros. En esa cuadra había
una tiendita a donde ellas querían cruzar e ir, pero el guardia no se los
permitía.”
Por su parte, Berta Brune, nacida en 1916,
de padre francés, bretón y madre Argelina, recuerda lo siguiente: “Mi familia y
yo veíamos a menudo a la esposa del director de la empresa, él era el ingeniero
que dirigía las obras, siempre estaba de viaje y en el puerto estaba muy poco.
Su esposa Madame Rose, iba a almorzar a casa pero las otras francesas la
criticaban por relacionarse con nosotras. En un tiempo dejó de venir pero luego
volvió y tomaba mate con nosotras. Mi hermana y yo éramos muy chicas, me acuerdo
que ella nos quería hablar en castellano, pero lo hacía tan mal que no le
entendíamos nada, entonces hablábamos en francés. Íbamos a la casa de la empresa
a comer, la señora tenía su servidumbre y se pasaba el día haciendo filetes,
los bordaba para hacer cortinas para las ventanas, el lugar era lujoso. La
señora solía llevarnos al cine del centro, entonces iba con el chofer a
buscarnos, paraba el auto en Juan B. Justo y Juramento, porque las calles eran
intransitables.”
Siguiendo por 12 de Octubre hacia el Norte,
más allá de Figueroa Alcorta, comenzaban los conventillos, según cuenta Cosme De
Dato en una entrevista: “Allí vivían cerca de cuarenta personas, las casillas
daban a un patio de tierra con un baño, en aquella época no había cólera ni
nada, pero igual tiraban lavandina continuamente, ninguna casa tenía baño, era
compartido. Ramón Julio alquilaba cuartos un poco más decentes pero también con
un solo baño. La cocina era de chapas, la pieza no estaba revestida de madera,
el piso era de tierra. En el otro conventillo costaban $10 por mes y en el de
Ramón Julio
$ 30. En una época no tenían cocina, debían
cocinar sobre un brasero, tampoco tenían luz. Hacían fuego poniendo unos leños
con carbonilla y con eso calentaban la pieza, allí no había ninguna casa de
material. Ramón Julio murió aplastado por una pared del conventillo cuando quiso
demolerla, comenzando desde abajo. Su hermana tenía un almacén muy precario con
piso de tierra.”
Otros pobladores utilizaban terrenos que la
empresa les arrendaba para colocar en ellos sus precarias casillas que eran
transportadas por carretones tirados por caballos hasta su emplazamiento.
Aparte de los italianos, predominantemente de diversos pueblos del sur, había
españoles, franceses, árabes y algunas otras
nacionalidades. Cada grupo se identificaba
y formaba un pequeño subgrupo aislado y a veces hasta antagónico con los demás.
Esto creaba algunas rencillas y sobre todo, el carácter meridional de los
itálicos producía frecuentes reyertas, especialmente en los bares de la zona,
donde algunos jugaban y bebían.
La actividad
religiosa
La primara capilla había funcionado en un
edificio, cedido por la empresa constructora del puerto que aun se conserva,
modificado, en la calle 12 de Octubre entre Pescadores y Figueroa Alcorta, donde
un sacerdote llegaba semanalmente desde el centro para dar misa.
En 1919, la empresa ofreció un terreno
para la construcción de una capilla, pero dada la proximidad de ésta a las
canteras que entonces se encontraban en plena actividad, no podría ser
utilizado, por razones de seguridad, hasta que se terminara la explotación de
las mismas, cosa que no sucedería hasta cinco o seis años después.
El 1º de mayo de ese año, la Comisión de
Damas Vicentinas de Mar del Plata que presidía la Sra. Elisa Alvear de Bosh, se
reunió para recorrer la zona y elegir un lugar adecuado, desechando el ofrecido
por la empresa. En mayo de 1920 el Sr. Braulio Arenas ofreció un terreno que no
fue aceptado por ser demasiado pequeño (2000 varas cuadradas). Un tercer
ofrecimiento realizado por la Sra. Francelina Coquet, que lo donaba en nombre de
su marido Francisco Coquet, recientemente asesinado en esos parajes, tampoco fue
aceptado sin que se dieran mayores explicaciones, por lo tanto todo quedó en
suspenso.
En 1920, el Boletín Municipal incluye una
propuesta del Dr. Clorindo Solla, médico afincado en Mar del Plata, para
“nombrar una comisión de vecinos del puerto para velar por la higiene y proponer
a la municipalidad las obras necesarias en la zona” pero no se concretó.(15)
Don
Orione y el Padre Dutto
El arribo de Don Orione en 1922, marcó un
cambio en la sociedad portuaria. El padre Juan Luis Orione, enterado en su
Italia natal de las necesidades que pasaban algunos compatriotas suyos en
América, viaja en 1921 a Brasil, allí recibe una carta de uno de exalumnos,
Mons. Maurilio Silvani diciéndole: “Mons. Alberti, obispo de La Plata, le
pagará el viaje y le conseguirá alojamiento; se habla de ofrecerle un orfanato
en Mar del Plata (...) venga pronto, en noviembre que en la Argentina es el mes
de María...”
En Noviembre, Don Orione llega a Buenos
Aires, donde funda en Victoria, la primera casa de la Congregación en la
Argentina y vuelve a Rio de Janeiro. Al año siguiente, el 1º de Febrero de 1922,
retorna a Buenos Aires desde donde escribe en una carta: “Estoy por viajar a Mar
del Plata, a 400 km. De Buenos Aires, donde me ofrecen una casa para los hijos
de los marineros del puerto (...) Nosotros nos ocuparemos de los varones, las
hermanas de la M. Michel, de las chicas...”
Cuando Don Orione llega a Mar del Plata,
comprueba la precariedad del barrio donde habitaban los pescadores y con el
apoyo de las Damas Vicentinas, resuelve mandar sacerdotes para atender a las
necesidades pastorales, educativas y humanas de la colonia.
Así aparece en escena el Padre Dutto, que
desde 1924 hasta 1937 desarrollaría una acción importantísima en el campo de la
asistencia social y en el desarrollo de las instituciones benéficas del puerto.
Durante su estada en Mar del Plata, Don
Orione imprime un nuevo impulso a los trabajos que ya se estaban diligenciando y
así, el 24 de enero de 1924 se aceptan dos manzanas ofrecidas por Jacinto
Peralta Ramos para levantar la iglesia y la escuela cuya piedra fundamental es
colocada el 9 de febrero de ese mismo año.
Mientras tanto, el 19 de marzo, se
inauguraba en la esquina de las calles Ortiz de Zárate y la actualmente llamada
Padre Dutto, una escuela que constaba de cuatro aulas y un saloncito anexo donde
funcionaba la capilla. Había además tres habitaciones para comedor, cocina y
dormitorio. La escuela contaba con primer y segundo grado y a ella concurrían 57
alumnos. Al año siguiente, 1925, se agregó un tercer grado y los alumnos
ascendieron a 105.
Hasta entonces, la única escuela del puerto
era la Nº 12 que, fundada el 2 de agosto de 1899 en el cuartel segundo del
partido de Gral. Pueyrredon, paraje conocido entonces por La Loma, fue
trasladada en 1901 al establecimiento La caldera, estancia próxima a la estación
Cobo. Posteriormente debido a la falta de inscripción, fue clausurada y
finalmente en 1913 sería reabierta en el puerto, en un edificio fiscal de madera
emplazado en un terreno cedido por la Societe de Travaux Publics y a la que
concurrían en un principio, los hijos de los trabajadores de la construcción del
puerto. La dirección estuvo a cargo del maestro Pedro Taboada a quien sucedería
en 1914 la Sra. Josefa A Raffo que seguiría a cargo del establecimiento hasta
1928. Esta escuela proseguiría allí su actividad hasta la década del 40. Por
otra parte, los hijos de los ingenieros de la empresa, eran educados por un
maestro traído de Francia, M. Bisel, que les daba clases particulares.
Volviendo a la acción del padre Dutto,
digamos que la escuela, para 1926 había crecido y los chicos, en su mayoría
hijos de pescadores, ya no cabían en las cuatro aulas originales por lo que
comenzó a construir un nuevo edificio en Rondeau y Magallanes. En una carta de
esa época comenta: “Tenemos 166 alumnos (...) damos almuerzo a 110/115 chicos
todos los días...”
Con respecto a las actividades religiosas,
estaban divididas entre los diferentes grupos de pobladores, cada uno de los
cuales seguía fiel a los santos patronos de su pueblo natal. Ante esta
diversidad que establecía un motivo de separación entre sus fieles, Dutto
escribe en una carta enviada al Presidente de la Comisión pro Mar del Plata: "En
el deseo de orientar un poco cristianamente al gremio de pescadores del Puerto,
me he propuesto desde hace tiempo organizar, posiblemente una fiesta de carácter
religioso o a lo menos que prospecte (sic) en un marco religioso, a saber:
elegir un Santo Patrono de los Pescadores y festejarlo anualmente en un día a
elegirse de acuerdo con los Pescadores con programa a determinarse...”
Finalmente, ante la imposibilidad de
ponerse de acuerdo con respecto a un Santo Patrón determinado, Dutto tuvo una
idea inspiradora y eligió al Sagrado Corazón en la figura del Cristo Salvador,
que forzosamente debían compartir todos, como cristianos que eran. Así se
instituyó el Día de los Pescadores, una verdadera fiesta de toda la comunidad
que desde entonces fue un factor aglutinador de los pobladores del puerto que en
ese día recordaban a sus muertos y asistían a la bendición de las aguas y los
frutos del mar.
El
temporal del 1924
El martes 1º de abril el tiempo se mostró
amenazante, la marejada fue en aumento y el viento comenzó a soplar fuertemente,
al día siguiente ya se presentía el temporal que alcanzaría su máxima potencia
el jueves 3. Las grandes olas que llegaban hasta las bases de la Rambla Bristol
dejaron a la vista sus cimientos. Las obras del muelle y la pileta Lavorante
sufrieron serios daños “El muelle, virtualmente arrasado, había perdido la
totalidad de sus vigas y soportes. La estructura total había cedido y con ella
las instalaciones, el restaurante, el sector de bombas, las vías para las zorras
que usaban los pescadores, depósitos, montajes de maquinarias y todo cuanto
comprendían estas obras. Las propias zorras, arrebatadas por el viento, fueron
engullidas por las aguas. Vanos resultaron los empeños de los pescadores por
salvar las lanchas que estuvieran amarradas al muelle protector. Ni muelle, ni
lanchas, ni montajes, ni edificio: todo una punzante y dolorosa ruina. Más de 24
lanchas fueron arrebatadas por el mar, entre ellas, la crónica de la época
menciona la pérdida de: María della Scala, Delia de Rosa, Santa Marina, Nueva
Gerorgina, Salvatora Santo, Maria Concetta, Lavorante Nº1 y Nº2, Comandante
Rizzi, Cateriera, La Primavera, Isola de Stromboli, La Aurora del Marino, Lola,
La Fuerza del destino, Velio, Nueva Rosita, La Buena Fe, Rosina de Rosa, etc.
Resultaron afectados por estas pérdidas los dueños de las embarcaciones:
Sebastián Grecco, José Vergara, Francisco Micalizzi, M. Chiaramonte, José
Castorina, Alfio Grecco, J. Pappobor, José Pizzo, Salvador Belfio, T. Colonello,
V. Lavorante, Pascual Cerrotta, Andrés Pizzolo, Libbi, Felipe Pando, Vicente
Barnas, N. Besse, F. Frissone y otros”.(4)
Esto hizo desistir finalmente a los
pescadores de continuar la pesca desde la playa Bristol y, aunque en el puerto
también se había sentido el temporal, donde las lanchas 9 de Julio, de Francisco
Mussumeci, Emma, de Nicolás Marahese, Etna, de Salvador Chiarenza y Mossa
Luprezi de Salvador Copiello habían naufragado en sus amarras, las restantes
habían resistido. Recuerdan los pobladores de la zona que la fuerte marejada
movió bloques de la escollera Sur de más de 50 toneladas y la banquina había
sido cubierta por las aguas.
Algunas entidades ayudaron a los
damnificados a reconstruir sus lanchas. Una comisión de vecinos compuesta entre
otros por Eduardo Peralta Ramos, Bautista Etchegoyen, José Ventafridda y Julio
Gascón, facilitaron los medios para conseguir nuevas lanchas.
Pero la triste experiencia convenció a los
últimos pescadores de abandonar la Bristol y finalmente todos comenzaron a
operar desde la banquina. (*)
A partir de 1924, el puerto comenzó a
elevar lentamente la condición social de los habitantes. La acción conjunta de
Don Orione, las Damas Vicentinas y el Padre Dutto hizo posible la construcción
de algunas viviendas más dignas. Con respecto a la acción de este grupo de
damas, recuerda Josefina Dato: “Las Damas Vicentinas en Navidad repartían bolsas
que tenían de todo, a los chicos de las escuelas les daban leche y factura de la
panadería La Gorda, de 12 de Octubre y Bermejo”.El 9 de octubre de 1922 se
procedió a la inauguración oficial del puerto, con la asistencia del presidente
Alvear y el mismo año Juan Deyacobbi se hizo cargo de la fábrica de hielo
“Frigorífico del Puerto”, instalada en un terreno cedido a tal efecto por la
Nación y también nacen las primeras elaboradoras de pescado envasado; el 21 de
enero de 1924 se resuelve crear el Asilo de Ancianos y el 23 de febrero de ese
mismo año se produce la llegada del tranvía eléctrico hasta la banquina, lo que
facilitó las comunicaciones con el resto de la ciudad, aunque aun perduraría por
mucho tiempo una barrera (no tanto geográfica como social) que separaba a la
ciudad de Mar del Plata del Pueblo de Pescadores y que corría a lo largo del
Boulevard Mar del Plata, llamado desde del 25 de mayo de 1924 “Cincuentenario” y
más tarde Avenida Juan B. Justo.
(*) Con respecto a éste temporal, algunos
lo confunden con otro que en la revista “Todo es Historia” Nº 271 de enero de
1990 se cita como “en 1928 aproximadamente”, pero que en realidad tuvo lugar los
días 25, 26 y 27 de mayo de 1929, causando grandes destrozos en la costa y
hundiendo en el puerto a las lanchas General San martín, Presidente Quintana, La
Reina del Piave, la Isola y la Gabriele D’Annunzio. En cuanto a las perdidas en
la Bristol, lo fueron en 1924, ya que en el 29, salían desde el puerto.
Tercera parte:
El
desarrollo del Pueblo de Pescadores (1928-1949)
La revista “Mundo Argentino” publicó una
nota en 1928 en la que podía leerse en una referencia hecha sobre el Barrio de
Pescadores:“zona espantosamente trágica donde se ve la miseria espeluznante de
los pescadores y obreros del puerto, 2.500 almas que arrastran en sórdidos
tugurios de zinc, una existencia sólo comparable a la de ciertas tribus del
interior del Africa”. En realidad, la diferencia con el progreso que
evidenciaba la ciudad de Mar del Plata, era realmente chocante, ¡qué hubiera
dicho el cronista de haber venido algunos años antes! Porque a partir de ese
año, una serie de circunstancias iban a impulsar un cambio en la colonia de
pescadores.
El año 1928 marca una coyuntura en la evolución
del puerto. Tres son las razones concurrentes: La apertura del templo de la
Sagrada Familia y los modernos locales de la escuela que, inaugurados el año
anterior comenzarían a funcionar a pleno; la inauguración de la Usina del Puerto
que radicaría en esta zona un importante emprendimiento que abastecería además a
toda la ciudad y la llegada y posterior radicación de Cleto Ciocchini, un
artista de fama mundial que documentaría la imagen y la vida de los pescadores,
haciéndola trascender más allá de los limitados ámbitos locales hasta ocupar un
lugar destacado en la plástica nacional y con ello llamaría la atención hacia
este núcleo poblacional hasta entonces ignorado.
Óleos de Cleto Ciocchini en el Museo
del Hombre del Puerto
Algunas obras y bocetos de Cleto Ciocchini
También se consolidan es este periodo las
primeras asociaciones de pescadores. Hasta entonces habían habido muchos
intentos, pero “el poco pescado que traíamos a tierra no se alcanzaba a vender;
trenes especiales no había para transportarlo al mercado de Buenos Aires y los
pescadores nos peleábamos todos los días; hacíamos una sociedad y al poco tiempo
la deshacíamos nuevamente”
En efecto, desde los comienzos fueron muy
numerosos los intentos de los pescadores por lograr una organización que los
agrupara, desde los tiempos de la Bristol. Incluso, ante las limitaciones que
les imponían su condición social, su falta de cultura y su limitación económica,
algunos apelaron a llamar en su auxilio a vecinos destacados. Ya vimos como
después del temporal de 1924, fueron ayudados por un grupo de ellos, entre éstos
Peralta Ramos que fue elegido para presidir una de las primeras sociedades.
Luego vendrían otras como la Cooperativa de Pescadores San Salvador, de la cual
fue principal promotor el Padre Wilkinson Dirube, capellán de la armada, que
logró agruparlos para defender sus intereses ante la expoliación de los
consignatarios que eran los que intermediaban entre ellos y los mercados
porteños. Más adelante, en 1939 se fundaría la Corporación Pesquera de Ayuda
Mutua en la cual se destacaría Francisco Mustico. El cuadro siguiente es
particularmente ilustrativo al respecto.
Sociedades de pescadores desde 1907 al 1949
Pesca desde playa Bristol:
Pesca desde el puerto:
-
Sociedad de Pescadores Unidos
Cooperativa Gral. Pueyrredon
-
Sociedad de Propietarios de Lanchas
-
Mutual Cooperativa de Pescadores
-
Cooperativa de Pescadores de Ayuda
Mutua
-
Sociedad de Marineros Pescadores
-
Sociedad de Patrones Pescadores
-
Cooperativa de Pescadores, 1949 (C.O.M.A.R.)
Pero para comprender la realidad de estos
problemas, tenemos que detenernos a considerar los sistemas económicos en que
los pescadores basaban su administración. Desde su llegada a Mar del Plata, la
pesca había ido progresando sin perder su condición de empresa familiar. El
propietario de la lancha empleaba a sus familiares para completar la tripulación
y las ganancias eran repartidas según un elaborado sistema de “partes” mediante
la cual y según su grado de participación cada uno recibía su ganancia. Este
acto consistía en una verdadera ceremonia que se realizaba generalmente en la
casa del “patrón” de la lancha. A ella iban llegando los tripulantes y todos se
sentaban a la mesa. “Los que saben escribir, llevan anotado en sus libretas
particulares, las entradas de todo el mes y, mientras otros recuentan el dinero,
van haciendo cotejos para ver si hay alguna venta sin cobrar todavía. Cuando
todo está completamente exacto, quitan los gastos de combustible, de carnada, de
peones, etc. y lo que queda se lo reparten a tanto cada uno” (16). Todo
finalizaba con una reunión en la cual se agasajaba con un vermouth con
abundantes ingredientes a los presentes. Como la pesca implicaba la ausencia del
hombre en la casa, ya que partía al amanecer y regresaba solo para descansar
después de la dura tarea del día, eran las mujeres las verdaderas
administradoras del hogar. Ellas se encargaban de guardar el dinero y hacer los
pagos y las compras necesarias, sin olvidar en muchos casos de hacer una reserva
y de mandar muchas veces a los parientes en su país natal , una suma que
aliviara su pobreza. El Banco de Italia tenía una sección especial para esto
denominada “Giro a Italia”.
También era misión de la mujer, preparar la
ropa, atender las tareas del hogar y ocuparse la educación de los hijos que,
solo en algunos casos concurrían a la escuela hasta tercero o cuarto grado, pero
en otros, si las condiciones lo permitían, proseguían sus estudios hasta
terminar la primaria y luego tenían que hacer el secundario en al centro – o en
Mar del Plata - como solían decir.
También eran ellas quienes a veces
conseguían algún dinero extra, ya sea lavando la ropa de los pescadores solteros
o colaborando activamente en la salazón de anchoitas, que era la incipiente
industria familiar.
Este sistema, prolongación del que sus
antepasados habían adoptado en su Europa nativa, perduró mucho tiempo, hasta que
comenzaron a parecer las primeras fábricas de conservas hacia el año 30.
La salazón de las anchoitas la iniciaron en
Mar del Plata los inmigrantes italianos, los sicilianos principalmente, y
secundaria-mente los de la región de Nápoles, quienes fueron durante años los
más importantes y los más competentes salazoneros. Pisani, Gentile, Romeo,
Belfiore y los Santagati; Spoto, Buono, Di Meglio, Carbone y Pellegrino; los Di
Scala y los Sinagra; Rua, Speranza, Greco, Puglisi, Clara Bufi, etc . Estos
saladeros constituían un compacto núcleo de sostenedores la pesca de anchoitas
y las salaban en los más diversos recipientes: piletas de mampostería
fratachadas en cemento, pipones de roble donde venían las aceitunas que entonces
se importaban de Italia, España y Grecia; cascos o barrilitos, etc. Spina, cuyo
hijo José se destacó por la capacidad técnica reflejada en la calidad de sus
productos, igualmente el hijo de Ernesto Luchessi, Oscar Hueso y Teodoro
Carducci, que preparaba el filete de anchoitas en aceite envasado ya en frascos
de vidrio.(14) Todo esto acontecía durante los años 20 y 30, antes de la década
del 40 en que la industrialización y los envases de hojalata ya habían
desplazado los métodos artesanales. En 1934 regresó Don Orione que notó el lento
desarrollo de la colonia, en abril de ese año el Boletín Municipal, informaba:
“el puerto tiene 2000 habitantes alojados en viviendas en su mayoría de madera,
que carecen totalmente de servicios sanitarios, situadas a veces en terrenos de
propiedad particular, que arriendan a precios no siempre acordes con su
situación económica” De resultas de lo cual se instalan dos surtidores públicos
de agua potable,
Pero la evolución era lenta, en 1937 el
Boletín Municipal especifica que “viven en casillas, en el puerto, 2536 personas
entre las que hay 186 matrimonios, 50 pescadores solteros y 4 viudos. Solo un
tercio de las familias son propietarias del terreno que sus viviendas ocupan”
No obstante, para ese año ya se habían
producido algunos cambios fundamentales. Además de la habilitación de la usina,
que ya citamos, se habían inaugurado las obras de la Base de Submarinos, en
1928 y en 1933 con la llegada de los primeros, quedó oficialmente en funciones
la Escuela de Submarinos. En 1936 se había creado la Delegación Municipal del
Puerto, aunque solo comenzaría a funcionar en su edificio propio de Pescadores
456 trece años más tarde, y en 1937, la prefectura comienza a trasladar sus
instalaciones que durante 30 años habían funcionado en la calle 11 de Setiembre,
en el centro.
También en 1937 se fundaría la Asociación
de Fomento del Barrio del Puerto, institución que propendería en los años
siguientes a equiparlo de las necesidades urbanísticas fundamentales.
Con respecto a la salud, el 14 de febrero
de 1930, Braulio Arenas había donado el terreno para la construcción de un
edificio propio para la Sala de primeros Auxilios que hasta entonces funcionaba
en un precario local cedido por la Cía. Constructora del Puerto. Un año antes,
el 9 de febrero de 1929, se había colocado la piedra fundamental del edificio
para el Asilo de Ancianos, que recién sería habilitado el 6 de mayo de l935.
La llegada al puerto del Ferrocarril Sud y
la disposición de un Tren de Pescado que, cargando la pesca en la misma dársena,
llegaba rápidamente a la capital en horas de la mañana, hizo que aumentara la
demanda. Entre 1926 y 1932, salieron en él 13.463 toneladas promedio de pescado. Posteriormente, la inauguración de la Ruta 2 en 1938, hizo que los
camiones entraran en competencia y con los años superaran al ferrocarril.
No obstante el adelanto que significó el
tren y la aparición de las fábricas de conservas, la pesca seguía limitándose a
la temporada de la “anchoíta” y a especies como el bonito, el langostino y
algunas otras variedades, pero el mercado nacional no era un gran consumidor de
pescado.
Sin embargo, todo cambiaría a partir de la
Segunda Guerra Mundial.
La
época de tiburón
A lo largo de todo el mar argentino se
encuentran tiburones. En su mayoría no son de gran porte, el más conocido es el
que se denomina habitualmente “cazón”, que en estado adulto mide aproximadamente
1,50 metros de largo y pesa alrededor de 15 Kg.
La pesca de estos animales se producía
junto con otras especies y no era muy apreciado, aunque su cuero seco se
procesaba como bacalao, pero no podía competir con las variedades importadas,
especialmente de Noruega. No obstante, durante el año 1935 se declaró un total
de 7450Kg y al año siguiente se llegó a 27.650.
Pero con el inicio de la guerra en Europa
en 1939 y especialmente con la entrada en guerra de los EE.UU. en 1941, comenzó la
demanda de hígados de tiburón para confeccionar aceites ricos en vitamina A que
era incluida en la dieta de los soldados. Así se instalaron en nuestro país
fábricas y laboratorios para procesar los hígados y obtener el aceite que era
exportado principalmente a Norte América.
Cuando los pescadores advirtieron las
posibles ganancias que se obtenían con la nueva industria, debieron equiparse
para la misma. Hasta ese momento, los avíos de pesca que habían utilizado eran
los que cada grupo de inmigrantes había conocido en su sitio natal y que se fue
adecuando a nuestro mar. Así los del Adriático trajeron las redes de rastreo,
los del Jónico las nasas y los del Tirreno la 'lampara'. Con el tiempo se fueron
adaptando cada vez más a la pesca local y se le incorporaron variantes, así como
nuevos materiales para su confección. Al hilado de algodón siguió el de nylon y
a los flotadores de corcho los de vidrio y más tarde los plásticos. Pero para la
pesca del tiburón se necesitaba otra cosa. Eran necesarios anzuelos que se
encarnaban con merluza o magrú en largos espineles que se llevaban a bordo en
unos canastos especiales. Este sistema fue conocido como “palangres”, palabra
derivada del término latino ‘poli angros’ (muchos anzuelos). Cuando la pesca se
fue incrementando, se cambiaron los espineles por redes, llamadas de “enmalle”
que no necesitaban carnada, pero si una mayor inversión y una adaptación en las
embarcaciones.
Con respecto a éstas, también debieron
modificarse, ya que la pesca, aun con espineles, precisaba más tiempo de
navegación y mayor permanencia en los lugares de pesca. La antigua costumbre de
los pescadores era salir de madrugada y volver en el día, al caer la tarde.
Ahora debían ir más lejos y pasar a veces varios días en el mar, por lo tanto se
precisaron embarcaciones de mayor porte, las lanchas abiertas no ofrecían
comodidades para pasar las noches en ellas y tampoco tenían la posibilidad de
retornar a un puerto cercano en casos de tormenta. Por eso podemos afirmar que
la pesca del tiburón trajo varias consecuencias.
En lo técnico, la necesidad de barcos
mayores y mejor equipados, incluso varios yates de paseo se transformaron en
improvisados pesqueros y también se construyeron otros, los llamados “barquitos”
que eran lanchas de media altura equipadas con cabina y motores a gasoil muy
potentes. También, como vimos, nuevos avíos de pesca y mejoras en las redes y
sistemas de recuperación de las mismas.
En lo económico, fue quizá la época más
lucrativa, tanto para los pescadores como para los procesadores y exportadores.
Tanto que muchos hombres que nunca habían salido al mar, se enrolaron en las
huestes de quienes “iban al tiburón” en busca de fortuna. El precio de los
hígados se elevó de 1$ a 8$ y a veces más, en especial durante los años 40. En
1944, la pesca alcanzó la cantidad de 782.200kg. o sea diez veces más que en
1935.
En lo social, la afluencia de nuevos
pescadores, o gente dedicada a esta actividad, aumentó la población portuense.
El floreciente comercio hizo que muchos pudieran cambiar sus viejas casillas por
casas de material y también aparecieron nuevos comercios o sucursales de casas
del centro, para abastecer a la próspera colonia pesquera.
Pero así como fue la época más fructífera
para el pescador, también fue la que más vidas costó ya que al alejarse más del
puerto y no siempre con los medios más idóneos, debieron afrontar peligros
mayores, como el que los sorprendió aquel luctuoso 29 de agosto de 1946 que
costó el naufragio de cinco embarcaciones y la pérdida de más de treinta vidas.
Terminada la guerra, el consumo de aceite fue decreciendo, pero el final vendría
cuando los laboratorios Roche lograron sintetizar la vitamina A y producirla
químicamente. Pero la experiencia había sido válida y a partir de la misma el
pueblo del puerto cambiaría. También lo harían los pescadores, sus
organizaciones, su forma de vida, las nuevas fábricas de conservas, los hábitos
de consumo y su relación con el resto de la ciudad. El 21 de octubre de 1948, la
Municipalidad de Gral. Pueyrredón redacta una ordenanza decretando la
incorporación del Pueblo Peralta Ramos a la ciudad de Mar del Plata.
Un año más tarde se hace efectiva la
ordenanza sin embargo, hasta hoy, la avenida J.B. Justo sigue marcando una
frontera.
Zona
comercial del Puerto donde está ubicado el museo
Conclusiones
El Barrio del Puerto, que naciera a partir
de la construcción de las escolleras, con el asentamiento de las familias de los
trabajadores de la empresa constructora, picapedreros que explotaban sus
canteras y los primeros comerciantes minoristas que lo abastecían, fue
engrosándose rápidamente en las primeras décadas del siglo pasado con el aporte
de los pescadores y sus familias, muchas de ellas venidas del extranjero,
particularmente del Sur de Italia, hasta crear una nutrida comunidad con
caracteres propios.
Durante muchos años fue creciendo en forma
desordenada y circunstancial al vaivén de los hechos políticos y económicos que
condicionaban su evolución. La industria de la pesca fue, sin duda, el principal
motor de su progreso pero también, dada su particular condición de microcultura
inserta en la ciudad, lo hizo de espaldas al resto de Mar del Plata que solo
veía en ella la sede de la industria pesquera y una comunidad pintoresca cuyas
actividades en la banquina eran un atractivo más para el turismo.
Cleto Ciocchini en la
banquina, abocetando la figura de Pascual Patania.
Un típico caso de inmigración italiana, desde Sicilia a
Puerto Mar del Plata,
con todos los sueños realizados: la barca propia,
abundante pesca, la casa propia y una gran familia.
A pesar de que poseía muchas instituciones
sociales, religiosas y deportivas, la atomización entre las diferentes
colectividades (provenientes de distintos lugares de Europa) hizo que retardara
en alcanzar una identidad propia y fuera vulnerable a las modificaciones que el
progreso iba introduciendo en ella.
Pero aun así, es una de las pocas
microculturas europeas aun vigentes en el país, dado que conserva gran parte de
su acerbo cultural, su lenguaje, su tradición, hábitos, culto, prácticas
sociales y productivas. Su folklore se ha constituido en recurso turístico.
Esta comunidad ha servido a la formación de una conciencia marítima y ha sido la
base del desarrollo pesquero nacional. Tiene una fuerte y arraigada fe religiosa
afianzada por los padres de la Iglesia de la Sagrada Familia, cuya labor ha
trascendido más allá de los límites de la propia parroquia. Por esas razones el
Barrio del Puerto y la colonia pesquera han sido motivo de estudio de distintos
grupos de investigación en el campo de la antropología, la sociología, la
psicología social, la economía, el planeamiento, la historia, etc. El desarrollo
urbano ha ido arrasando los elementos del pasado, las tabernas y negocios
típicos anexos a la banquina, las viejas construcciones de chapa y madera y
otros sitios y edificios que fueron característicos del barrio, de los que hoy
quedan solamente testimonios fotográficos, literarios o relatos orales.
Este trabajo ha pretendido ser un aporte
más para despertar el interés y promover el estudio y la conservación de lo que
aún resta de ese importante patrimonio histórico.
Héctor Becerini
Natalio Marengo
Puerto Mar
del Plata, setiembre de 2002.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE
INFORMACIÓN
Roberto O. Cova “Historia de
la ciudad que nos construyeron” Revista “Planteo” 1974
Natalio Marengo
“Antecedentes de la construcción del Puerto de Mar del Plata” Revista
“Comunicaciones” 1994
Juan José Sebreli “Mar del
Plata, el ocio represivo” Ed. Tiempo Contemporáneo SRL 1970
Roberto O. Del valle “Rufino
Inda y su momento histórico” Im. Atlántida 2001
José Barili “Italianos en
Mar del Plata” Instituto Geográfico Italiano 1983
Fernando Lahille “Los
Pescadores y la Municipalidad de Mar del Plata 1902
Natalio Marengo “Desde la
Bohardilla” Ed. Del Plata 1990
Revista “Todo es Historia”
Nº 271 de enero de 1990.
“50 aniversario Parroquia
Sagrada Familia” Editado por la Obra Don Orione en 1989.
“La Provincia de Buenos
Aires” Sociedad de Publicidad Sudamerican Monte Domeq & Cia. Ltda. 1924.
“Las Obras del Puerto” Societé Nationale de Travaux Publics de Talleres S.A. Jacobo Peuser Ltda. 1923
Roberto Cova “Historia de la
Arquitectura de Mar del Plata” Revista de la Asociación de Arquitectos de
Mar del Plata. Año 1, Nº 4 y siguientes.
“Mar del Plata, una historia
urbana” Fundación Banco Boston 1991.
“50 Años de Aprovechamiento
de los Recursos Pesqueros” Pedro Juan Molinos. Artes Gráficas Candil SRL. 1992
“Mar del Plata, una historia
Urbana” (Censos Nacionales y Provinciales)
Jorge A. Di Iorio “Desde la
Barca Mía, memorias de un pescador” Editorial López 1951.
Guía comercial del
Ferrocarril Sud.1933.
DIARIOS:
-
La
capital (Mar del Plata)
-
El Trabajo (Mar del Plata)
-
El Puerto (Mar del Plata)
-
Ecos del Puerto (Mar del Plata)
-
La Nación (Buenos Aires)
Entrevistas orales a
pobladores del puerto, realizadas por el Museo del Hombre del Puerto Cleto Ciocchini.
Héctor Becerini,
pintor, narrador, curador.
Pasqualino Marchese:
edición, presentación, fotografía, cocina.
Los platos del Museo
Es
sabido que para mantener de pie y funcionando un museo, hay que tener
recursos que generalmente aportan algunas secretarías de cultura o empresas.
Pero todo termina en una falencia. Solamente el abnegado sacrificio de
hombres desinteresados, amantes de lo suyo, pueden continuar con el
sostenimientos de obras de ese tipo. Es el caso de mi amigo Héctor Becerini,
director del Museo, que entre tantos aportes personales, reúne a cada tanto
unos cuantos amigos a una buena comida para juntar fondos.
A
él quiero dedicar dos recetas para que no se complique tanto la vida a
la hora de cocinar.
Calamares con su tinte
Ingredientes: 10 kilos de
calamares, medio litro de aceite de girasol, 3 kilos de cebollas, tres
cuartos de zanahorias pelada y trozadas, sal, ají molido, 1 latita de 180
gramos de extracto doble de tomate, 4 cucharadas de perejil picado.
Preparación: limpiar los
calamares, separar la cabezas con los tentáculos y cortar en dos o cuatro
tiras a lo lago los tubos. Poner a escurrir en un colar por una hora. En una
cacerola bien grande poner el aceite y las cebollas cortada a rehogar, luego
incorporar los calamares trozados y las zanahorias trozadas. Aumentar el
fuego al máximo, condimentar de sal, ají molido a gusto, y agregar el
extracto de tomate. Una vez tomado hervor parejo, cocinar a fuego lento,
preferiblemente con tapa, hasta que los calamares estén tiernos, pero algo
al 'dente'. Incorporar el perejil picado y seguir dos minutos más sobre
fuego. A cocción ultimada deben quedar con algo de jugo y el color de las
piezas de un bordó suave y brillante, y casi untuoso. Acompañar con pan.
Espaguetis con camarones
Ingredientes:
10 kilos de camarones frescos, 5
cabezas de ajo, medio litro de aceite de oliva (o girasol), ají molido, 150
gramos de alcaparras saladas, perejil picado. Seis kilos de espaguetis, sal.
Preparación: Limpie los
camarones eliminando las cabeza y el cascaron, dejando la colita en la
tercera parte de ellos. Dejar secar en un colador. Empiece a hervir los
espaguetis en abundante agua con sal dejándolos bien al dente. Mientras
tanto en una cacerola grande dorar apenas los dientes de ajo cortados en
rodajitas. Agregar los camarones pelados y remover a fuego fuerte para que
tomen color, siga inmediatamente condimentando con sal, ají molido a gusto,
perejil picado abundante y las alcaparras desaladas. Agregue la pasta colada
pero que contenga todavía agua de cocción y mezcle bien para que el conjunto
tome sabor. Sirva al instante. No lleva queso.
|
Sitio del Museo:
http://www.wix.com/pasqualinonet/hombrepuerto#!
TEATRO EN EL MUSEO DEL HOMBRE DEL PUERTO
Sala "Vittorio De Sica"
Ancla tipo almirantazgo recuperada del fondo de la
costa marplatense.
La pesada ancla de unos 400 kilos de peso recuperada del
fondo del mar de la costa marplatense, por el barco pesquero argentino Insolito en el año ….. es del tipo almirantazgo probablemente del
periodo 1800 al 1850 por sus características, pues es de cepo fijo de
madera dura.
Se empleaba como ancla de leva o de respeto en grande buque a vela de
carga o pasajeros de la época con eslora entre 200 a 300 pies, o sea de
60 a 90 metros. Se evidencia que no se trata de un barco hundido,
simplemente de un barco que perdió su ancla por rotura de la cadena,
pues el trozo de cadena que posee es original del ancla. También llama
la atención el buen estado general en que se encuentra especialmente una
parte del brazo y uña, el gran grillete de arganeo con que se conecta al
grillete de la cadena, la misma hecha de eslabones con contretes, cosa
que puede llevar a pensar que la cadena fue un remplazo a un cabo
original de cáñamo.
Así que podríamos suponer que el barco que perdió su ancla podría ser de
hasta el 1900. Y que podría tratarse de un barco de origen inglesa o
norteamericana. Un análisis con carbono 14 efectuada sobre la celulosa
de la madera del cepo podría aportar una fecha más exacta.
Este tesoro marítimo ha despertado un especial interés fotográfico entre
los visitantes que se acercan al Museo, y una invitación directa a
visitarlo.