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Los Monumentos y las Plazas
Monumento a Los Caídos en la Guerra de Las Malvinas Cenotafio monumental de los primeros caídos
Monumentos a los Soldados Combatientes Caídos en Malvinas
La fuente de la Plaza Rocha
El tritoncito de la Plazoleta Borges (La Rioja y San Martín)
La fuente de la Plaza San Martín En remplazo de un horroroso adefesio, la nueva fuente no tiene muchas pretensiones, pero cae bien...
Los perros de la Plaza San Martín de Mar del Plata
Fundidos por Antoine Durenne en Sommovoire, obra del escultor francés Camille Gaté. Los perros pertenecen a la raza Gran Bleu de Gascuña.
Sobre el costado izquierdo del perro de pie se nota, con un poquito de esfuerzo, una G, inicial del apellido del escultor.
El perro de la Plaza San Martín En el sector de la plaza San Martín, entre la calle Luro, San Luis, Mitre y 25 de Mayo y por el lado de ésta, se encuentra posado sobre el terreno la reproducción en mármol de un perro de raza molosa, una raza de perros que en su estado original hoy no existe más: las hay parecida como el moloso romano, el moloso napolitano, el dogo, en algo el rottweiler, el mastín y algunos más. Tenemos noticias del perro moloso en la antigua Grecia y en Roma antigua, si bien se dice que Alejandro Magno fue quien adoptó este perro descubierto en su conquista hacia el oriente de Asia, como perro de guerra de ataque, pues por su tamaño y alaridos aterrorizaban más al enemigo que las espadas o lanzas de los mismos. Alejandro tenía el suyo de nombre Periles, caído en combate y honrado como el mejor de los héroes. También los asiros, galos y unos guiaban sus molosos hacía cruentas batallas. Recientemente se piensa que fueron los fenicios que lo introdujeron en la isla británica, de ahí el mastiff o mastín inglés. El moloso entre los bretones fue empleado como perro de combate contra toros y fiel compañero de guerra, un verdadero y propio soldado, ala y frente de ataque de tropas y conquistadores. Uno de los molosos de Carlos V de España vestía directamente una armadura. En la conquista de Jamaica y Florida los enfrentaban a la población indígena. En la era moderna, tropas como las italianas, alemanas, inglesas y de otros países, los adoptaron como mascotas, siempre con el fin de inculcar respeto o temor. Hasta tenían un rango en los ejércitos. Hay muchas leyendas heroicas sobre ellos. Las copias de los perros como el de la Plaza San Martín tienen origen de dos piezas que representan a dos ejemplares de perros molosos con fecha en las últimas décadas de siglo III expuestos en la Galleria degli Uffizi en Florencia. También hay copias en los Musei Vaticani. En el 1558 Sebastiano di Re grabó dos perros molosos aparecidos en una excavación junto al Tiber a la izquierda de la Via Vitellia, ahora en la casa del Cardenal Ilmo y Revdmo Vitellium donde se pueden ver y con la presunción que conocía dibujos realizados del natural de las replicas romanas. El grabado se realizó dos año después el descubrimiento. En España, en el Palacio de Ayete, en San Sebastián, construido en 1878 para los duques de Bailén por el arquitecto francés Adolfo Ombrecht hay dos ejemplares. Desde el 1887 fue utilizado como residencia de verano de los reyes Alfonso XIII y María Cristina. El ayuntamiento lo compro en 1939 para ofrecérselo al General Franco con el mismo propósito y que en efecto lo utilizó hasta el 1975. Ahora es palacio de recepciones. En la fachada principal, a cada lado de la escalinata están emplazados dos esculturas que representan al perro moloso, uno espejo del otro. Aparentemente iguales, pero presentan variantes en la postura de la cabeza y de la cola, para conseguir la simetría que requiere su colocación en un espacio arquitectónico, única diferencia con las italianas. En Linares, Chile, hay una copia en la Plaza de Armas, sobre la esquina SE de la vereda. En todas estas esculturas el perro moloso se representa en actitud de reposo, descansando sobre los cuartos traseros, plegando las piernas. La conformación de la cabeza presenta una dimensión equivalente a dos tercio de la anchura de los hombros. La mandíbula es poderosa y robusta. El hocico cuadrado amplio y profundo. La boca entreabierta muestra afilados dientes. La orejas tienen un arranque alto y sin pliegues. Los ojos, redondos y atentos, son situados en posición baja. Los hombros tienen una amplitud ligeramente superior a la caja torácica, fuertes y musculosos, con escápulas anchas orientadas hacia abajo. El cuello potente y musculoso con ligera melena a modo de collar. El lomo fuerte y corto. El tórax profundo, bien moldeado, con costillas visibles. La cola gruesa en la base, larga y acabada en punta. Las patas muestran huesos redondeados y fuertes. La piel gruesa y sin pliegues, bien ceñida al cuerpo excepto en el cuello y tórax. Las líneas prominentes de las venas y tendones dan una impresión de fuerza.
Los Leones de la Plaza San Martín Las esculturas de dos leones ubicados al costado del calendario de la plaza San Martín, frente a la Catedral, son copia de los que pertenecen al monumento funerario a Clemente XIII, en la Basílica de San Pedro del Vaticano por obra de Antonio Canova, el Fidias italiano. El monumento con las típicas exigencias de la cultura iluminista y neoclásica está consagrado a la memoria del difunto papa Clemente XIII (1758-1769), el veneciano Carlo Rezzonico, de una personalidad amable y caritativa sobre la cuales basó su pontificado de buen pastor y no como un político o diplomático. El sepulcro está concebido según el esquema clásico de tres planos superpuestos. Sobre el primer nivel se apoyan dos figuras alegóricas: dos leones, símbolo de la fuerza, y que protegen la puerta de acceso al sepulcro, luego el genio de la muerte y la figura femenina con una cruz en la mano como símbolo de la Religión. En el segundo nivel está el sarcófago. En el tercero la estatua del papa en una pose de humildad y arrodillado y rezando, con la tiara papal (triregnum), símbolo del poder, puesto al suelo.
La Fuente de la Plazoleta de las Provincia Argentinas.
La Diana Cazadora de la Plaza Mitre. La baigneuse de Falconet.
La sirenita hacía parte, junta con otra, de un fuente del Paseo Gral. Paz La Diana Cazadora salió de la misma fundición que las estatuas del Juicio de Paris. La crátera de la Plaza San Martín. La Baignese de Falconet.
La Crátera de la Plaza San Martín
Hemos visto esta copia de crátera llena de tierra y colgando con plantas suculentas como un gran florero. Me alegro que últimamente está vacía gracias a la reciente restauración y profesionalidad de parte de Costanza Addiechi. Este tipo de vasija en formato manejable se empleaba en la Grecia y Roma, para ser llenada de vino y agua y servir en copa con un cucharón, al mejor estilo de un ‘party’ yanqui. El ejemplar puesto en la Plaza San Martín es una copia no tan fiel del ‘Vaso Medici’, una monumental crátera marmórea, esculpida en Atenas en el I siglo A.C. no tanto para servir brebajes, sino como ornamento de jardín. La copia romana de la griega, hacía parte de la colección de antigüedades de Villa Medici en Roma, aparecida en un inventario en 1598. Desde 1780 se encuentra en el museo ‘La Galleria degli Uffizi’. De gran tamaño mide 1.73 de alto y 1,35 de diámetro. La parte alta inferior convexa está decorada con hojas de acanto y el pie con ‘baccellature’. Al costado en la parte baja, de lados opuestos se encuentran dos duplas de cabezas de sátiros y desde donde salen las asas, estás en la copia puestas mediante encastres, faltan o se han perdido. Los frigios parecen representar a los reyes griego reunidos en Delfos antes de la guerra de Troya, mientras que la figura femenina sentada sobre el suelo al pie de una estatua de Artemisa, (diosa de la caza, la misma de la plaza Mitre con el nombre romano de Diana), sería Ifigenia, hija de Agamenón y Clitemnestra.
La India de José Alonso
Se busca al escultor El monumento a Colón en la plaza homónima, posiblemente uno de los más antiguos emplazados en Mar del Plata sin que haya sido movido con o sin pedestal de su ubicación original. El día de su inauguración en febrero de 1900 (posiblemente el 10) se dispersaron al aire todos los discursos de los patrocinadores y autoridades del momento. Del escultor, ni la remota referencia. No figuró, ni figura grabado en ninguna parte del monumento. Puede pensarse que fue adquirida ya hecha y traída desde alguna parte lista para su colocación. Es un Colón que no señala el nuevo mundo, ni muestra cruz alguna, ni bandera. Deteriorado y maltratado, ahora, sólo piensa...
Mar del Plata, 12 de octubre de 2010
La copia del acta de la piedra fundamental del monumento dice:
"En Mar del Plata, a 12 de octubre del año mil ochocientos noventa y dos, se reunió el pueblo de Mar del Plata en la Plaza Colón, con el fin de colocar la primera piedra del monumento a erigirse en la plaza del mismo nombre, en honor al ilustre Almirante genovés Cristóbal Colón, de lo que damos fe los abajo firmados. Siendo padrinos el señor vicecónsul español Dr. José Adrán Botana, el señor Agente Consular Italiano señor Victorio V. De Nicolini y el señor Intendente Municipal don Clemente Cayrol, siendo representado este último por el señor B. Goñi." Siguen más firmas.
La medalla conmemorativa de abajo aclara finalmente el día de la inauguración:
Inauguración de la Estatua de Colon en Mar del Plata – Febrero 18 1900. Autor Bellagamba y Rossi. Diámetro: 30 mm. Colección de Enrique Mario Palacio.
La Plaza Colón hoy
Finalmente y cuando peligra su permanencia por sustituirlo con la estatua de Colón que se encontraba erigida, ahora acostada y en espera, detrás de la Casa Rosada, ha aflorado el nombre del escultor gracias a la perseverancia de un amigo: Luis Salvador Verona. Posiblemente el frente de la base y la misma estatua han sido limpiados de los musgos y de los improperios en aerosol que recibe todo el tiempo. De toda manera, el primer monumento conmemorativo después de la fundación de la ciudad en 1874, tiene identificado al escultor que lo realizó: Cesare Lapini, florentino 1848 - 1898.
Foto de Luis Salvador Verona tomada el 5 de junio de 2013
(...)Dentro de un grupo de magníficos escultores figurativos
de Italia se destaca Cesare Lapini (Florencia, 1848- 1898), cuyas obras aún
marcan una época dentro de los artistas del mármol, ya sean piezas alegóricas,
copias de clásicos y, por encima de todo, bustos.
Algunas obras de Cesare Lapini
El laurel de la plaza San Martín
No es un monumento, sin embargo tendría que parecerlo. Pasa desapercibido a los ojos de millones de turistas y marplatenses recorriendo la vereda donde a pocos metros yacen unos restos del mismo todavía buscando de sobrevivir a la historia de la ciudad y a la negligencia de quienes deberían saber de que se trata, al menos esencialmente como planta. Y no, hasta se lo está tratando como un ligustro y parecerlo, impidiendo que sus ramitas tomen la vía del cielo, del sol, de la vida. Me refiero al laurel que estaba plantado en la quinta de Olegario Pedro Luro (hijo del Vasco Pedro Luro) y trasladado al construirse el A.C.A. en la manzana de Colón y Santa Fe a la plaza San Martín, frente a la calle San Luis entre San Martín y Luro. El espacio entre los dos rebrotes ha servido como depósito de restos de refacciones vecinas. Los invito a visitarlo para darle un poco de ánimo.
Ya no está con nosotros.
Hoy 22 de noviembre de 2015, en un día de renovación democrática, paseando por los perímetros de la Plaza San Martín, me encontré con la penosa constatación que el ya maltratado Laurel había inadvertidamente desaparecido. Pocos sabían de sus origen, a pocos nada les importaba su presencia. No bastó su piadosa y humilde fuerza de renacer, hacerse otra vez fuerte y ser parte de la historia de Mar del Plata que también como planta podía haber contado.
Era un laurel y lo trataban como un ligustro, con todo respecto para el ligustro. Era un laurel que quería ascender por los cielos y le recortaban las alas. El humano lo borró de la faz de la tierra: ahora no tiene que luchar más con la impertinente naturaleza del hombre.
La comisión permanente de homenaje al Dr. René Favaloro con la presidencia del señor Alberto Materia inauguró:
El merecido monumento al pionero de la medicina cardiovascular en Argentina
Monumento a Astor Piazzolla
La alimentación de los indígenas de las lagunas y sierras al noroeste de la futura ciudad de Mar del Plata, que pacíficamente se convirtieron al cristianismo por la acción misionera de los padres Falkner, Cardiel y Strobel, se componía principalmente de piezas de cacería. Abundaban entonces las mulitas, especie de armadillo autóctono de la zona. Muy fácil para asarlo y muy apreciada su carne.
El Caparazón de la mulita es empleado como caja de resonancia del instrumento de cuerda llamado 'Charango'.
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